Colgado en la frágil cornisa que separa la vanidad de la confianza en el trabajo propio y la calidad de sus intérpretes, otra vez un argento llegó a estas márgenes del Río de la Plata a cobrarse una víctima, la que mejor le cuaja al uruguayo para victimizarse y tercerizar la culpa, la cual, como se sabe, es como mi vecina Helena, ya sirviendo de abono al parque de los quietos, que nadie quería porque nos cortaba la pelota cada vez que una globa maltrechaba los hediondos malvones y crisantemos de su jardín. Otra vez el fútbol como si fuera la vida misma. Algún día deberíamos trocar Bella Unión por Rosario o algún paraje rico en agua de la Pampa o el Chaco de la tierra de Perón. Lo digo en serio. Tal vez así los libraríamos del mal a estos tipos que son el granero del mundo y transitan sin letargo en el lodo de la decadencia con políticos 5 D y artistas que sobreviven a la gorra en los bosques de Palermo. Perón lo hizo otra vez y en una de sus tantas formas como la novel del ultraliberal Milei que fantasea con privatizar la envidia y el odio. Me despierto y escucho gritos. No se si es el Pulga que festeja porque ganó el último territorio con un mano a mano de Aral a Bladivostock o es la radio de la Peli que propala el primer enganchado del día que tiene tres cumbias, A redoblar, Perales y Plpinela. En ocasiones que visitas nocturnas dejaron algún vestigio suena algo de Spinetta. Muy contadas con los dedos de una mano las veces. En una de esas mañanas con olor a cantegril entre las nubes y despiadados amores juveniles vi por primera vez jugar al fútbol a Diego Maradona. Era el primer mundial que veía por televisión y entonces hacía los deberes bien rápido para poder ver el fútbol en vivo y en directo , el mundo unido por un balón. Teníamos en el apto 2 bis una Punktal de caja de madera que pesaba como un muerto pero si mi gato Domi se acostaba calentito arriba del motor aquello se veía que era «un cine». Yo soñaba todas las noches que un día llegaría a jugar al fútbol en el estadio que estaba a unas diez cuadras, el Parque Huracán, de Huracán Buceo, el que para mí es y será siempre el estadio Azteca, sobre todo después que le arrebatamos el cantegril con un espacio verde más digno que el de un asentamiento. El cantegril de Isla de Gaspar nunca se fue dicen los que saben curtir la esquina del mundo y lo repiten como un mantra los nacidos en Buceo. Y mientras escribo esto ya me imagino a Facu, ahora que viene a vivir acá, peregrinando en mis hombros para alentar al funebrero. El pibito es mi sobrino varón y está enamorado de la pelota. Yo lo entiendo. A mí me pasó desde que vi a aquel barrilete cósmico que la llevaba atada hasta el día mismo que se le ocurrió morirse como los ingleses que uno tras otro fueron cayendo en aquella épica final en la que el terrenal más imperfecto llevó a un pueblo a una efímera gloria eterna y a eternizar la trampa como ADN nacional . Bielsa está loco. Gracias Marcelo Bielsa. En tu batalla por conseguir que no nos roben el juguete más hermoso del mundo. Cuenta la leyenda que el insomnio se cura durmiendo con la mujer que soñaste. Que tiene que ver esto? No tiene que ver con nada pero tiene que ver con todo . Yo era el que soñaba con tus ojos para poder mirar. Vos eras la que soñabas con un roto para poder amar. El camino de los senderos que se bifurcan y yo otra vez sin señal. Lo bueno de los años es que curan heridas y lo jodido de tu piel es que me creó otra adicción. No está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar. Y yo de empedernido y romántico escribidor que te elegí para aprender a amar. Cerca del río… tiene que ver con todo. En este mundo hay muchos profetas pero yo no me los creo. Hay quien intenta con sus formas que te enfades y que así pierdas la calma. Hay muchos guerreros y pocos amantes. Hay quien intenta frenar ríos de sangre disparando balas. Y así voy. Potosí voy No hay banquero que me ofrezca lo que quiero porque pienso que es mejor ahorrar sonrisas para ser feliz. Volvió Marcelo obvio
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